martes, 18 de septiembre de 2012

Una segunda oportunidad

Recuerdo mucho la última noche que pasamos juntos. La recuerdo a menudo, en cualquier momento se me aparece, en cualquier lugar me viene a la mente. No se supone que pasara la noche contigo aquel día. En un escenario ideal yo tendría que llegar temprano a casa y descansar como se esperaba de mi. Como se espera de un chico responsable y con dos dedos de frente. Nada de eso importó, después de abrir la primera botella de vino espumoso y encender el primer habano supe que no podría despedirme de ti esa noche. 
Te conocí hace diez años, tenías rulos y un ridículo saco con el estampado más feo que he visto en mi vida. Vas y vienes, apareces, desapareces, entras y sales de mi vida con el mismo ímpetu que un tornado sorpresa a la mitad del campo. Errático y sin embargo siempre logras dejar una marca diferente, siempre me dejas pensando en las posibilidades y tan pronto lo empiezo a considerar te escapas como una gacela huyendo de un leopardo,  adivinando en el brillo de mis ojos mis pensamientos.
Eras el rey de los excesos, todo te valía madre, el mundo tenía que hacerse de acuerdo a tu gusto y no estabas dispuesto a tomar un no como respuesta. Tu obsesión por vivirlo todo es tu mayor atractivo y tu peor condena, te lleva por lo alto y lo bajo. Era un baile peligroso el que hacías todos los días, menospreciando tu cuerpo, ignorando tus ideas. Viviste años huyendo de ti mismo, dandole la espalda al mundo. Tratabas de vivir al máximo entre drogas, alcohol y prisas, al final te perdiste de todo. Despreciaste todo lo sagrado dentro de ti.
Muchas veces pensé en quedarme, quería estar contigo sin importar nada. Pero me importabas mucho, te quería. Sabía perfectamente que no podría aguantar verte en el camino de la autodestrucción. Trataría de cambiarte, de ayudarte; pero ese es un camino que cada quien tiene que recorrer solo. Me fui, me fui con la esperanza de algún día volver, de verte bien, de verte feliz, con tu pie lejos del acelerador, disfrutando el paisaje. Al final, mi amor no era suficiente para los dos, no para cumplir con lo propio y suplir el tuyo perdido. El abismo se veía profundo y nada de lo que yo hiciera te sacaría de el.
Un día dejé de escuchar el rugido del viento. El tornado se fue, en su lugar quedó solo una ligera brisa; fresca, juguetona, con olor a campo. El prólogo perfecto para mejores tiempos adelante. Así entró tu llamada hoy. Te escuché fuerte, decidido, feliz, con las manos firmes llevando el rumbo de tu vida, sin acelerones, sin titubeos. Solo tenías palabras de amor para mi, viejas esperanzas de que no te hubiera olvidado. Entre chistes y bromas me demostraste que me tenías presente, que tenías metas y pensabas cumplirlas. 
Mi cabeza da vueltas de nuevo, a mil pensamientos por segundo, excitado con las posibilidades. Este por fin debe ser el momento en que esta historia por fin puede empezar. ¿Qué puede salir mal?. Lo peor ya pasó. Las pruebas más difíciles han quedado atrás y de aquí en adelante solo resta disfrutar y vivir el resto de nuestras vidas. Mirando mis pasos las razones para dejarte se ven muy lejanas, casi imperceptibles, casi no puedo recordarlas. 
Estaba tan emocionado de escuchar de nuevo tu voz que no me percate de lo corta que fue la llamada. Las metas se quedaron en promesas y mis esperanzas largas. Chistes y bromas, deseos, nada concreto. Tu sigues viviendo lejos y aún tienes un largo camino adelante. Estamos en el camino correcto, pero lejos aún de llegar al final del viaje.  No es hora todavía de dejar de caminar en nuestros respectivos rumbos, no es hora todavía de detenernos para tomarnos la mano. Nos veremos pronto amor, pero no hoy. Hoy camina, disfruta el paisaje, consolida todo lo bueno que ha llegado a tu vida, hazte fuerte de nuevo. Prepárate para una larga vida juntos, preparate bien pues ese será el viaje más grande de tu vida.