jueves, 10 de julio de 2014

Mi Historia de Mezcal

Con frecuencia me preguntan ¿como terminé dedicándome al mezcal?. La verdad es que uno no busca al mezcal, al contrario, el mezcal te encuentra, llega en ese momento de tu vida en que tiene la capacidad de cambiarte la vida si le das la oportunidad.
En mi caso particular mi historia con el mezcal comenzó con dos temas que me movieron por completo: el primero, un corazón roto, en este caso, el mío; y segundo, cuando llego a mi vida una de las personas a las que más quiero, mi amiga Paula. Ambos hechos sucedieron con diferencia de unas pocas semanas, en el gran esquema de las cosas podría decir que fueron simultáneas, y solo así se pueden entender, entrelazadas y potenciadas una por la otra. 
Primero conocí a Paula, nos habíamos visto dos veces en la vida, sorprendentemente una en su casa, y una en la mía, ambas ocasiones por causa de amigos en común que ya pensaban que deberíamos de conocernos; sin embargo, fue un jueves por la mañana que todo cambió. Como todas las mañanas estaba revisando mis redes sociales, en este caso Twitter, en ese momento Paula y yo ya nos seguíamos mutuamente aunque no fuera más que una cortesía, ella pregunto -¿Quien me acompaña por un pan dulce?- y yo, en un exabrupto extraño en mi, me ofrecí inmediatamente. Quedamos en el Alcazar de San Jerónimo, comimos pan dulce con higos y tomamos café y chocolate caliente. La conexión fue inmediata. 
Vino mi fiesta de cumpleaños y con ello la catástrofe, terminé a gritos con uno de mis mejores amigos, del que debo admitir estaba yo obsesivamente enamorado. Terminamos nuestro corto experimento romántico en caliente, ni siquiera tuve ganas de seguir la fiesta, me ahogué en ron cubano y quedé inconsciente en un sillón. 
Paula por su parte venía saliendo de una relación importante, estábamos solteros, dolidos y teníamos ganas de comernos al mundo para llenar ese agujero que había quedado en nuestros pechos. Así empezaron varios meses de farra descontrolada, particularmente de miércoles a sábado en los rumbos de la Roma-Condesa. Un día llegamos al Club Social Rhodesia, recién remodelado y con una barra de mezcales escondida rumbo a la salida del primer piso. Yo ya había tomado mezcal antes, en uno de esos cuchitriles de la Condesa que se pusieron de moda unos años antes, pero nunca le había podido agarrar gusto. Todo eso estaba por cambiar. La música sonaba fuerte y nosotros bailábamos más. A media pista Paula me dijo -Vamos por un mezcal-con al decisión de quien sabe exactamente que es lo que quiere del mundo y esa frase se convirtió en un grito de guerra que repetiríamos por el resto de nuestras vidas, a veces para ligar, otras solo por reconfortarnos mutuamente, pero siempre con ganas de llegar a el, y a todo lo que empezaba a significar para nosotros. 
Al final de ese año recuerdo que nos hicimos muy amigos de Paco el de la barra, se sabía el procedimiento a la perfección: si Paula o yo llegábamos con un guapo el servía y de ahí la noche decidía que tenía que pasar. Así se nos fueron seis meses, entre música, fiesta y mezcal. 
Luego vino el viaje a Oaxaca, ella iba de trabajo y yo, que veo burro y quiero viaje, me apunte a acompañarla. Planeamos poco, pero preguntamos a la gente correcta, así llegamos a la Mezcaloteca A.C, donde Silvia y Marco nos dieron la primera de muchas cátedras sobre lo que era, de donde venía y lo que podíamos esperar del mundo entero del mezcal. Es como cuando te llevas un guapo a casa, lo disfrutas, apenas lo conoces, te entregas, luego por la mañana lo ves de nuevo en otra luz, puedes reconocer sus detalles, platicar con el, conocerlo en serio, y ahí es que por fin te enamoras. En ese momento me enamoré del mezcal para siempre. 
Pasaron las semanas, Paula buscaba trabajo y yo no sabía bien que hacer con mi vida. Hasta ese momento estuve trabajando en el área de Social Media Marketing en Best Buy México, manejando redes sociales, publicidad en línea, nada más lejos de mi carrera universitaria en Relaciones Internacionales. En algún momento ella encontró trabajo y como dicta la tradición nos invitó una comida estelar con su primer sueldo. Fuimos ella, su prima Mar y yo al Azul Histórico, tenía una semana abierto. Su carta de mezcales era limitada pero con algunas joyas escondidas. Acabamos con todo, estuvimos nueve horas comiendo y bebiendo, una de esas sobremesas de las que te vas a acordar toda la vida. Ahí nació la primera idea, entre risas -Deberíamos vender queso Oaxaca y mezcal-. No recuerdo quien fue el primero en decirlo, pero todos secundamos de inmediato, ese era el camino a seguir. 
Como muchas ideas de borrachera, esa se olvidó en nuestras mentes por un tiempo, Paula y yo nos distanciamos, no recuerdo ni por que. Yo me salí de mi trabajo de oficina para trabajar con un muy amigo en Relaciones Públicas, era medio free-lance pero yo no tenía ganas de algo demasiado serio, pasaron los meses, el trabajo iba bien, los clientes estaban contentos y yo me podía parar a las once de la mañana de la cama. Eventualmente recibí una llamada de alguien en IBM, necesitaban a alguien de mi perfil, era una gran oportunidad. Algo que nunca me esperé tan pronto. Contratación directa, buen sueldo, un trabajo interesante y que aparte de todo se me daba muy bien. Mi familia estaba feliz, y mucho más tranquilos pensando en que toda la inestabilidad que me caracterizaba se habría terminado. Fue un mes de entrevistas y exámenes, con colaboradores, jefes directos y jefes indirectos. Me contrataron, el salario al final no era todo lo que yo esperaba pero seguía siendo una gran oportunidad para un recién graduado. 
Primer día de trabajo: cubículos, corbatas azules, manuales de procedimientos. Algo no estaba bien, no me sentía agusto, ni feliz. Segundo día de trabajo, mi nueva oficina, un cubículo con vista al estacionamiento cerca de una zona industrial. Crisis-esta no puede ser mi vida, me voy a tirar por la ventana en un mes-en caliente renuncié. Me disculpe con la directora, inmediatamente le hablé a mi padre, en ese momento no le dije que había renunciado, solo que no me habían contratado. Le conté de la idea del mezcal y me dijo -hazlo, yo te apoyo- y así fue como empecé. Tomé una maleta y me fui a armar un plan a Veracruz con mi padre. Después tomé la maleta de nuevo y sin conocer a nadie me fui a Oaxaca a probar suerte, ahí conocí a todos mis mezcaleros, con los que sigo trabajando el día de hoy. A la mayoría los conocí por suerte, de formas fortuitas, en la calle o en el coche que se quedó sin batería. 
Y así fue, esta es mi historia del mezcal, así llegó a mi vida y la cambió por completo. Ese cambio no ha terminado, todavía tenemos mucho que hacer. Pero confío en que nada me faltara.

¿Cual es tu historia?.