viernes, 14 de febrero de 2014

Grinch y cursi

Esté de acuerdo o no en festejar el 14 de febrero buena parte del mundo a mi alrededor hace registro de el, para bien o para mal, en menor o mayor medida. Puede ser con un chocolate, un mensaje de Whatsapp o una cita con producción de comedia romántica. Cada quien sabe como, que y con quien lo celebra. Podemos tomarnos al pie de la letra el tema del amor y la amistad en su manifestación moderna y comercial, o recordar al obispo mártir ejecutado en el siglo tres. 
Si tuviera que elegir entre los que lo celebran y los grinches que se dedican a defenestarlo creo que sin dudarlo mucho me pondría el abrigo de pelo verde y empezaría a mentar madres contra el consumismo en Twitter. Sin embargo, muy, muy adentro de mi debo admitir que eso sería solo de dientes para afuera. Es divertido si, es una gran oportunidad para hacernos los interesantes y sacar nuestro mejor humor negro soltando madrazos a diestra y siniestra. Cabe aclarar que la cantidad de grinches es usualmente proporcional a la cantidad de solteros que preferirían no estarlo. Me incluyo en ese último grupo, seguramente si tuviera con quien celebrarlo la cosa sería diferente, tal ves no cursi, pero diferente. 
Por ahora en lo que va del día me he dedicado a estar pendiente de todos aquellos a quienes quiero. Por que aunque no tenga un (Inserte aquí la quimera de su preferencia) tengo amor y buenos amigos en mi vida. Mucho por lo que estar agradecido y muchas razones para celebrar. Claro,  nunca es mal momento para estar agradecido y celebrar, para querer y expresarlo verbalmente, para gritarle al mundo que adoras a tus amigos y amas profundamente a tu familia. De hecho creo que lo hago con bastante regularidad, pero si todo el mundo a mi alrededor decide que hoy es un día especial para ello ¿por qué no voy habría yo de participar?. Es cosa de pensar un poco, buscarle ese significado propio al día, pensar en lo positivo que puede provocar en ti. 
Yo por lo pronto, me quedo con lo bueno, con la compañía, la fiesta y las risas. También me quedo con lo malo, el dolor, el acompañamiento en momentos difíciles, los abrazos necesarios que, gracias al cielo, llegan casi siempre sin pedirlos. Me quedo con los silencios, con los caminos andados juntos, con los tragos, con las jodas, con los besos, con los regalos que significan más que solo un objeto. Me quedo con mi vida que no podría cambiar jamás por ninguna otra. 
No puedo evitar pensar en todas aquellas personas que se volvieron parte de mi vida, a veces solo llegan por un momento, muchos ya no están, ni estarán nunca más cerca. Con algunos no quieres hablar nunca más, otros tantos te lastimaron, a veces fue justo a la inversa. Sin embargo, estén o no aún, no puedo negar que se convirtieron en partes inseparables de quien soy hoy, de lo bueno y lo malo, pero de mi persona entera. Gracias a la vida existen esas personas, que sin importar en donde estén y si los volverás a ver o no, permanecerán en mi corazón por siempre. A veces duele, a veces no, pero nunca se irán, nunca van a dejar ese espacio en donde fueron alguien especial para mi, son apartamentos del alma que se rentan de por vida, sean buenos inquilinos o no, algo pudieron hacer alguna vez para haberles arrendado en primer lugar.
Así vamos llenando el infinito espacio en nuestro ser, por que a pesar de lo que a veces nos gustaría o de nuestras intenciones definitivas de olvidar el amor nunca se extingue por completo. Querer a alguien siempre deja su marca en nosotros, tan grande o pequeña como queramos reconocerla pero presente siempre en lo que somos y lo que recordamos. Los más felices aprenden a vivir con las marcas, encontrando lo mejor en ellas, recordando siempre como es que llegaron ahí. Creo que si aceptamos que queremos, más allá de lo que la gente pueda decir o pensar, de si nos estamos poniendo en ridículo o si hay un riesgo alto de salir lastimados nuestras vidas serían mucho más completas, podríamos caer pero después siempre podremos volar más alto. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario